-¿Qué has hecho con el cuerpo?
-Lo enterré en el jardín.
-¿No te habrá visto alguien?
-No. Nadie me vio.
-¿Por qué estás tan seguro?
-Porque a todos los vecinos los fui matando a medida que iba enterrando a uno, y luego a otro. No he dejado bicho viviente.
-¿Te has lavado las manos? Ya sabes que no se puede comer con las manos sucias.
-Las tengo relucientes. Más limpias que nunca.
-¿Y las cabezas?
-En el sótano. En las cajas que me compraste el domingo pasado.
-¿Sobraron cajas?
-Sí. Media docena, o algo así. No las conté.
-Pero sobraron.
-Si, todavía quedan cajas para meter otras cuantas cabezas. ¿Quieres que vaya a buscar más cabezas?
-No. Las cajas que han sobrado se tiran a la basura y punto.
-Es un desperdicio.
-Aunque así sea, se tiran cuando vuelva a anochecer y punto.
-Lo tienes todo muy bien pensado.
-Hay que tenerlo bien pensado porque de lo contrario te atrapan, y si te atrapan ya sabes lo que harán luego.
-Preguntas.
-Eso. Preguntas y más preguntas. Toda la vida haciéndote preguntas: ¿Por qué lo hiciste? ¿Te pegaban tus padres? ¿Te masturbabas demasiado? Es mejor ser prudente.
-Si alguna vez me atrapan diré siempre que estoy muy cuerdo. Que no estoy loco. Me jode que me tomen por un loco que no sabe lo que hace. Yo no estoy loco. Ni tú tampoco. Hemos matado a toda esa gente porque nos dio la gana. Porque sí.
-Pero ellos no creerán lo que les digamos. Creerán lo que quieran creer. Y como no quieren condenar a nadie a la pena de muerte, pues nos meterían en un psiquiátrico, o nos mandarían a la calle, libres.
-¿Libres?
-Sí, libres. Asquerosamente libres. Sin culpa. ¿Te imaginas eso?
-Después del espléndido trabajo que hemos hecho, ¿nos echarían a la calle sin culpa y a vivir como uno más del montón? ¿Serían capaces de eso?
-Y de mucho más. Incluso podrían hacernos héroes.
-Yo no quiero ser un héroe. Yo soy un asesino. Un asesino frío y meticuloso. Mato por placer. Mato porque quiero. Igual que tú.
-Por eso todas las cajas que han sobrado irán a la basura. Y no todas al mismo tiempo. Irá una mañana. Y otra la próxima semana. Y otra dentro de dos semanas. Y otra dentro de un mes. ¿Sabes?
-Y después, cuando pase los cinco años, nos presentaremos en la comisaría para decir lo que tenemos guardado en el sótano.
-Eso haremos. Lo diremos, pero nos creerán. Seguro. Y entonces volveremos a matar a los nuevos vecinos.
-Yo los mataré y tú les cortarás la cabeza.
-Y guardaremos sus cabezas en el sótano. Otros cinco años.
-Y después…
-Lo mismo.
-Siempre lo mismo.
-Hasta envejecer.
-Y un día descubrirán nuestro tesoro. Nuestra obra de arte.
-Pero ya no estaremos aquí. Somos tan normales, tan anodinos, tan buenos vecinos que nadie imaginará que nosotros, precisamente nosotros, somos unos asesinos.
-Pero lo somos.
-Claro que lo somos. Los mayores hijos de puta que han pisado esta cochina ciudad.
-¿Por qué matamos?
-¿Por qué matamos?
-Porque no queremos vivir y nadie nos culpa. Vivimos sin culpa, o quieren que vivamos sin culpa y eso nos mata. Nos martiriza.
-Queremos vivir con culpa. Con mucha culpa. Pero sabiendo que nuestra culpa es la mejor y más grande culpa de todos los tiempos.
-Tocan a la puerta.
Al abrir se encuentran con un niño de unos cinco años. Sonríe.
-¿Qué quieres?
-Lo sé todo.
-¿Qué sabes?
-Sé que han matado a diez personas y que guardan las cabezas en unas cajas. En el sótano.
-¿Tus padres saben que estás levantado a estas horas de la madrugada?
-Mis padres ya no tienen cabeza y yo necesito dormir.
-Pasa.
La puerta se cerró.
miércoles, 23 de enero de 2008
El sótano
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
guauuuu!!que espeluznante.
Que casualidad hoy he publicado en mi blog una poesía de mi hermano sobre la maldad. Estamos conectados a miles de kilómetros ;)
Hasta ahora un final que deja mucho que pensar..
-vaya Lennon.. Me pareció un dialogo de conciencias...
Y el giro inesperado al final: tu sello.
Que buen relato!
Estoy de acuerdo con Mapim, quede encantada. No me atrevo a pensar que paso después de que esa puerta se cerro.
Publicar un comentario